Si hay un lugar en donde el tiempo se detiene es en los patios de Marrakech.
Esta ciudad esconde muchos tesoros tras sus gruesos muros. En las callejuelas polvorientas de la Medina el barullo de las gentes, los carros repletos de mercancias y puertas que conducen a lugares misteriosos.
Algunas conducen a humildes casas, otras te adentrarán en un oasis de buen gusto y frescor. En el medio del patio, una fuente que refresca el ambiente y te induce al relax. Sobre el agua flotan pétalos de rosas que se mezclan con el olor del azahar de los naranjos.
Siéntate y siente el calor del vaso de té en tus manos. Disfruta de la hospitalidad de tus anfitriones. Cierra los ojos y escucha el rumor del agua. La esencia de la cultura árabe te acompaña.