“Las ciudades están para vivirlas, no para mirarlas”.
Alexis Ravelo
La serie de novelas de Eladio Monroy del escritor canario invitan al lector a callejear por Las Palmas solucionando misterios e impartiendo justicia al latir de la urbe marina, colorida y atlántica.
«Las ciudades son los libros que se leen con los pies» cantaba Quintín Cabrera y Alexis Ravelo lo rememoraba en uno de los talleres de escritura que imparte. Viajar está siempre a la vuelta de la esquina. Cualquier espacio, por cerca que esté, es viajable si lo sabemos ver.
Las Palmas, ciudad noir
Las urbes son semilleros de historias policiacas, intriga y misterio, la gran herramienta de inspiración en el noir. Estocolmo, Venecia, Atenas o Sicilia estarán ligadas por siempre al imaginario colectivo como los escenarios del hard-boiled o novela negra, dotados de atmósferas y detalles que harán sentir al lector incluso la humedad que se respira en ellas. ¿Quién no se acuerda del olor a gambas de Madrid en las novelas de Vázquez Montalbán o el malecón de La Habana visto como la “serpiente pétrea” que describía Leonardo Padura?
Las Palmas de Gran Canaria se suma a la lista negra de ciudades hervidas hasta endurecer. Sus calles ahora no solo huelen a salitre sino también a cortados de café, a carne fiesta, a socarronería. En Gran Canaria transcurren la mayoría de las novelas de Alexis Ravelo, escritor de cuentos, narrativa fantástica, libros infantiles, juveniles y novela negra. Avezado y celebrado en cualquier género que se proponga, es uno de los grandes escritores españoles del momento. De prosa salvaje y sin pelos en la lengua. Las novelas de Ravelo son un golpetazo sobre la mesa, activismo político. Retratan, con inteligencia y sensibilidad, la sórdida realidad del mundo y las pequeñas buenas cosas que lo hacen habitable. Repartiendo humor y crítica: agudo, lúcido y muy canario.
Leyendo Las Palmas con los pies
Realizamos un paseo ficcionado con el autor—la entrevista fue a través de correo electrónico— por los sitios frecuentados por sus personajes en Las Palmas. Comenzamos por la playa de Las Canteras, tres kilómetros de arena que recorre el lado de poniente del istmo de Guanarteme hasta La Isleta. Esta es una playa de las más valoradas de España y de las urbanas mejores del mundo. Le preguntamos al autor por sus escritores referentes en cuanto a creación de espacios literarios. «Soy de los que picotean aquí y allá entre los maestros. Me fijo en lo que hacen uno u otro dependiendo de lo que deba hacer para contar mi historia. Pero hay algunas brújulas fiables. Galdós y también González Ledesma, que tiene hermosísimas descripciones, llenas de melancolía y sordidez. También me fascinan los creadores de ambientes opresivos, como Juan Carlos Onetti o Luis Martín Santos. Pero soy canario, así que en la reflexión sobre el espacio no puedo olvidar las aportaciones de Pedro García Cabrera o de Agustín Espinosa, aquello de buscar lo integral, de crear una atmósfera poética, un mito conductor para contarlo».
Su primer libro, Tres funerales para Eladio Monroy (2006) fue el que comenzó una serie —cuya sexta entrega se titula Si no hubiera mañana y se publica el próximo mes de julio— y su protagonista, Eladio Monroy, es un pensionista de la marina también conocido como el Mike Hammer de la calle Murga. Socarrón, viajado y leído. Una especie de tipo duro pero tierno y de gran corazón que resuelve distintos casos, para complementar su pensión, un tanto complicados, de forma libre y a su manera. Los días que no está metido en algún lío suele pasarlos tomando café y leyendo el periódico en el bar Casablanca de su amigo el tuerto Casimiro, molestando al Chapi y a Dudú del taller mecánico y a su vecino Matías; cocina algo rico y sale a tomar unas cervezas al anochecer, en la terraza del Hotel Madrid o cualquiera del barrio de Vegueta con Gloria, su pareja, y su hija Paula. Leer uno de estos libros es pisar Las Palmas, conocerla y pasearla agradablemente acompañando al protagonista en sus correrías. Cada libro de la serie rescata temas candentes de la España contemporánea: violencia machista, corrupción urbanística, mafia en la industria farmacéutica, abuso de poder político y empresarial, narcotráfico, secuestros, homicidios y trata de blancas…
El barrio de Eladio Monroy
Caminamos junto al autor por el parque de Santa Catalina, dejando atrás a Lolita Pluma y sus gatos petrificados. Uno de los puntos de encuentro más emblemáticos de la ciudad, plaza sombreada con vistas al puerto, con hoteles, tiendas y arquitectura que mezcla de forma extraña pero armónica el pasar del tiempo. Hacia el sur, pasamos por la calle León y Castillo, donde en las novelas está el bar Casablanca —basado en un bar de similares características llamado Unión Arenales pero que ya no existe—. Recorremos toda la León y Castillo hasta la calle Murga número 15, el hogar de Monroy.
Es habitual, entre los lectores de Alexis Ravelo, comentar que sonríen por dentro al reconocer los lugares de los libros mientras caminan por esta ciudad. Como Carmen Quintana, lectora de Las Palmas, que pasa por la calle de Eladio Monroy habitualmente. «Leer sus libros me hace querer más mi ciudad, marinera y de gente humilde. Los personajes que crea son absolutamente creíbles, te los podrías encontrar en cualquier bar de la ciudad».
¿En qué forma Las Palmas de Gran Canaria se corresponde con el interior del personaje de Eladio Monroy? Alexis contesta: «No es que se corresponda: para mí, Eladio Monroy es Las Palmas de Gran Canaria. Al crearlo, yo entendí que él, con sus contradicciones, representaba mejor la ciudad que ninguna descripción. Al menos, esa ciudad que iba muriendo con su generación, esa ciudad cambullonera y pachorrienta, provinciana y cosmopolita a la que ha ido devorando la globalización».
«El lunes, un burro obeso, calentorro y fofo le tomó querencia a la ciudad y se echó a dormir la siesta sobre ella, ocultando el cielo con su panza. La canícula, unida a su mala gana habitual, había puesto a Monroy de un particular mal yogur, porque, para más inri, después de dejar a Naranjito en el local del Chapi, no le estaba resultando fácil dar con el Ministro».
Los tipos duros no leen poesía, tercera de la serie de Eladio Monroy, Alexis Ravelo.
Jugando con la realidad en Triana
Caminar hacia el sur es como ir atrás en el tiempo. Los edificios de la peatonal calle Triana —llamada así en sus inicios por su parecido con el barrio sevillano— nos ofrecen colores y comercios, la vida de sus caminantes. Cerca de aquí están el Teatro Pérez Galdós donde bulle la vida cultural de la isla, de estilo neoclásico “a la italiana”; el Gabinete Literario, una joya arquitectónica de influencias modernistas, y la Iglesia de San Francisco, con la portada de estilo barroco y de piedra. Atravesamos el Parque de San Telmo con su quiosco, ya estamos casi en el barrio de Vegueta.
¿Cuánto hay de ficción y de realidad sobre esta ciudad en las novelas de Alexis Ravelo? «Esta cuestión es más complicada de lo que parece», responde. «En mis novelas todo es ficción. Una novela es, para mí, una imagen especular del mundo. Y pienso que cada autor, al escribir, crea los espacios que necesita para contar sus historias. Cuando ese espacio tiene un referente real, re-inventa ese espacio, convierte en paisaje una geografía. En el caso de las ficciones que ambiento en las Palmas de Gran Canaria, no ocurren en la ciudad real, sino en la que yo me he inventado, aunque me la he inventado porque mi intención es captar el espíritu de la ciudad, si es que tiene alguno, antes que su apariencia. Así que, en muchas ocasiones, traiciono la supuesta disposición objetiva del espacio, eso que te podría mostrar una fotografía, para intentar acercarme, a través de la mentira, a lo que hay en el fondo de la realidad».
«La ciudad de paso de la que los viajeros no se van jamás. La ciudad de los ángeles en chándal y las ratas con corbata. La ciudad de la luz y los despojos. Ahí, tendida junto al mar, está la ciudad que fundó Juan Rejón y que luego se fue alzando sobre el sudor y la sangre, una ramera haciendo la siesta, una apuesta contra el tiempo, una pregunta balbuceante. Trescientas ochenta mil almas viviendo y muriendo entre los riscos y La Isleta, entre los suburbios que llegan más allá de San Lorenzo y las colmenas de la supervivencia que lindan con Telde».
El peor de los tiempos, quinta de la serie de Eladio Monroy, Alexis Ravelo.
Rincones literarios
Cada lector guarda dentro de sí un sitio al que anhelamos regresar tras sentirlo en las palabras de un libro. Encontrarse, quizá, con los personajes, como si hubieran saltado de las páginas y vivieran en el libre albedrío del mundo real, cual Augusto Pérez en Niebla, de Unamuno. Alexis Ravelo también tiene sus rincones literarios. «Madrid, por supuesto, con Galdós. Cuando voy para allá, tengo la costumbre de subir Atocha hasta la iglesia de San Sebastián, que él describe en Misericordia. Ya no es como la describe, la llamaba ejemplo de caricatura monumental y mamarracho, pero sigue siendo feísima. Y, sin embargo, decidió fijarse en ella. Creo que él sabía que el espíritu de las ciudades no está en sus lugares más bellos y emblemáticos, sino allá donde la ciudad bulle. También he recordado a Galdós al visitar el barrio de La Viña en Cádiz, donde nació Gabriel de Araceli. En Barcelona me suelen acompañar mucho las lecturas que he hecho de González Ledesma, de Andreu Martín y de Vázquez Montalbán pero, en los últimos años, me ocurre al revés: leo libros que me mencionan sitios que conozco bien y sé que sus autores han respirado esos sitios y eso me hermana con ellos. Me ocurre, en Barcelona, con novelas de Rosa Ribas, Carlos Zanón o Carlos Bassas del Rey; en Madrid con las de Paco Gómez Escribano; en Bilbao con las de Jon Arretxe o José Javier Abasolo».
Ravelo y Las Palmas
Las Palmas mostrada no como lugar idílico donde pasar unas ensoñadas vacaciones sino como lugar único perteneciente al mundo: con su belleza y sus bajos fondos. Alexis Ravelo traza su propio estilo archipielágico, influido por la esencia de las Islas Canarias: un cruce de caminos, sabores que vienen de América, África y Europa. «Yo me crié en una ciudad portuaria, con influencias de muchos sitios, con el mar imponiendo el ritmo y mirando al horizonte, de donde han de venir todos los Evangelios, como decía García Cabrera, mientras, a la espalda, tenía un paisaje de riscos y barrancos, de senderos innumerables. No sé si habría sido escritor de haber vivido en otro sitio, pero sí estoy seguro de que habría sido un escritor muy diferente».
«En otras estancias en la isla, el hombre grande había dispuesto de algunos días libres que había aprovechado para hacer turismo y había visto paisajes que le habían dejado sin habla: en las cumbres del centro, en las medianías del norte, en los barrancos del sur. Y, en la propia capital, prefería la zona de la ciudad antigua, Vegueta, o la de la playa de Las Canteras a esa calle bulliciosa y anodina dominada por la presencia de los comercios».
Los tipos duros no leen poesía, tercero de la serie de Eladio Monroy.
Pero, ¿cómo es la relación del autor con la ciudad de Las Palmas? «De viejos amantes. Le soporto las neuras y los achaques y, a veces, me exaspera, pero no quiero abandonarla. Me gustaba más cuando era más sucia, alocada y desordenada. Ahora se las da de europea, se ha ido aburguesando, tiene demasiadas normas. Digamos que se las da de fina, cuando, en realidad, no lo es. Por suerte, quedan rincones (en Vegueta, en Guanarteme, en La Isleta) que siguen mostrando lo que es realmente».
«La calle peatonal, el hipermercado y el centro comercial habían ido dando puñalada tras puñalada a aquella ciudad portuaria, sucia y colorista. La de ahora era más amplia, más limpia, mejor edificada y, decididamente, más aburrida».
Los tipos duros no leen poesía, tercero de la serie de Eladio Monroy.
Vegueta
Llegamos a Vegueta, el lugar donde se fundó la ciudad de Las Palmas en 1478. Sus calles coloniales empedradas, casas, plazas, museos y palacios de colores cálidos contrastan con la piedra volcánica de los marcos de sus puertas y balcones de madera. Es la puerta de América y Europa. Aquí se encuentran algunos de los edificios históricos más importantes del archipiélago. Uno de los barrios más bellos y agradables de España para pasear, para quedarse, por su ambiente cercano, de barrio, de pueblo.
Le pido a Alexis Ravelo que me cuente cuál es su rincón más especial de esta ciudad y por qué. «Puede parecer un topicazo y contradice lo que te decía al hablar de las elecciones de Galdós, sin embargo, elegiría la plaza de Santa Ana. Esa catedral construida a tropezones a lo largo de los siglos, esos perros tan canarios que son ingleses, ese lugar donde se mezclan turistas y mendigos, con las palomas dejándose asustar por los niños y que puede albergar tanto un acto de postín como una verbena o un concierto de jazz o el final de una manifestación, me parece que representa muy bien lo que es esta ciudad. Además, tengo muchos recuerdos personales de ese lugar, tanto gratos como desagradables. Cuando vienen amigos de fuera, siempre los llevo a la plaza de Santa Ana, indicio para mí de la posición de Canarias como puente desde Europa a América (ese modelo de disposición del espacio sería reproducido luego en muchas colonias americanas) y les digo que si no tienes una foto montado a caballo encima de uno de los perros de la plaza, no has estado en Las Palmas. Ya sé que ahora estará prohibido, porque, como te decía, la ciudad hoy se las da de fina, y señores aburridos que impongan normas nunca faltan. Pero las ciudades están para vivirlas, no para mirarlas».