En la trasera de una de las casas de La Mocana, en La Orotava, se esconde el taller en el que el ceramista Gonzalo Martín crea sus platos joya. Entrar en él es como entrar a la cueva de Alí Babá, repleta de tesoros. En vez de piedras preciosas y oro, aquí encontramos estanterías en las que se apilan los platos que ha creado para algunos de los mejores chefs de España.
La historia de Gonzalo con la cerámica comenzó cuando era niño. Con 12 años empezó coquetear con ella, a pesar de no tener a nadie a su alrededor que se dedicara a ello, y así lleva toda una vida con las manos metidas en el barro.
Se formó y comenzó creando piezas de cerámica tradicional; trabajó para una fábrica en la que hizo artículos de recuerdo para turistas y trabajos de cerámica para esculturas, como las tinajas que adornan la escultura de la Princesa Dácil que te recibe a la entrada de La Orotava, o las ranas de la Plaza de los Patos en Santa Cruz. Pero, después de años de trabajo en serie, un curso de diseño que organizó el Cabildo le ayudó a abrir la mente y a atreverse a buscar su propio estilo.
Desde siempre se había sentido atraído por la funcionalidad y la belleza de la cerámica japonesa, por el uso de los colores, el tipo de esmaltes, y siguió formándose y empezó a investigar creando sus primeras vajillas.
La primera oportunidad le llegó en 2013 de la mano del chef Braulio Simancas, que por entonces estaba al frente del restaurante Las Aguas del Hotel Jardín Tropical. Después Erlantz Gorostiza, del restaurante M.B. del Hotel Abama, le planteó un nuevo reto. Y el boca a boca empezó a funcionar y su nombre empezó a circular en las cocinas de los restaurantes más prestigiosos de España.
Ahora sus vajillas, hechas en su pequeño taller de La Orotava, visten las mesas de restaurantes con estrella Michelín y acompañan las creaciones culinarias de cocineros tan prestigiosos como Ángel León, los hermanos Roca, Dabiz Muñoz, José Andrés, Roberto Ruiz, Erlantz Gorostiza, Braulio Simancas, Juan Carlos Padrón, Dani García o Mario Sandoval…
Para Gonzalo cada proyecto con los chefs es un reto, ya que le piden cosas distintas, algunas locuras, y hay que tratar de aterrizar esas ideas y plasmarlas, buscando la técnica y los materiales adecuados. Un proceso que lleva su tiempo. Un proceso de creación que vuelve a empezar de cero con cada encargo.
Después de años tratando de defender el valor de su trabajo en las ferias locales de artesanía, Gonzalo ha logrado que su cerámica sea reconocida dentro y fuera de España. Sus piezas se pueden encontrar en algunos restaurantes de Islandia, Alemania, Bélgica, Italia o Estados Unidos, a donde ha llegado de la mano del chef José Andrés.
Él sabe que si estuviera en la península tendría aún más trabajo, ya que los gastos de envío encarecen mucho los pedidos, pero valora poder seguir viviendo en su pueblo, cerca de los suyos, y crear desde aquí para el mundo.
Pese a que sus días transcurren de casa al taller y del taller a casa, siempre encuentra un momento para escaparse un par de veces al mes al Parque Nacional del Teide donde encuentra una fuente inagotable de inspiración en los colores de las piedras y sus texturas. A él le gusta acercarse y observarlas en primer plano.
El mar está muy presente en su obra. En su juventud disfrutó de la belleza salvaje de las playas del Bollullo, Los Patos y El Ancón. Ahora, con niños en la familia, busca playas más calmadas. Pero donde realmente se evade y se nutre para seguir creando, es cuando practica submarinismo, bajo el mar.
A diario lo encontraremos metido en su taller trabajando, pero de vez en cuanto se escapa a tomarse unos montaditos en la Tasca El Gomero, una caña bien tirada y unos calamares a la romana en el Bar Fariña 1920, o una copa y buena música en La Añepa. Cuando la Villa se viste de fiesta, con las alfombras del Corpus y la romería de San Isidro, Gonzalo cuelga el delantal y disfruta reencontrándose con sus amigos.
De La Orotava le gusta todo, pero hay rincones como la Plaza de San Francisco o el barrio de San Juan, por donde le gusta perderse. Y un imprescindible, una paradita en el Molino de Chano para comprar gofio artesano en uno de los dos molinos que quedan en activo en la Villa.
Y de ahí de vuelta al taller, a seguir convirtiendo en platos los sueños de los grandes cocineros.
Sheyla says:
Holaa se puede visitar el taller???
CanariasViaja.com says:
Hola Sheyla,
Puedes contactar directamente con él a través de su web para concertar una visita.
Saludos!