Postales de un verano diferente

Después de meses metidos en casa este verano el cuerpo nos pedía vivir nuevas experiencias, respirar aire fresco, nadar en mar abierto,  visitar lugares aun desconocidos, y todo… sin movernos mucho de casa.

Teniendo la suerte de vivir en Canarias lo teníamos muy fácil para poder evadirnos  de todo lo que nos rodea y encontrar lugares para sentirnos libres por momentos.

Este verano ha sido muy diferente para todos, pero no por ello lo hemos dejado de disfrutar. Muchos han re-descubierto que Canarias es el mejor destino para las vacaciones de verano, algo que habíamos olvidado.

Para nosotros no ha sido un verano tan diferente, ya que nuestros agostos pertenecen siempre a Lanzarote, a donde vamos una y otra vez, junto con  alguna otra isla, en este caso Fuerteventura. Nos encanta disfrutar del verano canario, sin aglomeraciones ni  días perdidos en traslados.

El que les traigo es un viaje construido a base de nuestras postales de nuestro verano en Canarias. Les invito a revivir los momentos felices que hemos vivido este verano atípico en rincones increíbles de nuestras islas

Comenzamos….

El primer baño de mar frente a los Acantilados de los Gigantes

kayak en Los Gigantes

Durante el confinamiento soñaba con bañarme en el mar

Una vez pudimos empezar a salir, tardé semanas en hacer mi sueño realidad porque ir a la playa con cita no entraba dentro de mis planes. Quería que nuestro reencuentro con el mar fuera inolvidable.

Después de varios meses metidos en casa, nos apetecía mucho realizar una actividad al aire libre en familia. Así que ir en kayak junto a los Acantilados de los Gigantes nos pareció el plan ideal para re-conectar con la naturaleza y divertirnos juntos.

Lo que no olvidaré de ese día, además de lo imponentes que son los acantilados cuando te acercas a ellos, fue la sensación al sumergimos en el agua helada de mar que tanto habíamos ansiado. Ese baño reparador se llevaba todo la negatividad y los miedos de los meses pasados y nos cargaba de esperanza.

Un atardecer en el Teide en busca del cometa

Postales de un verano diferente Teide

Parece mentira pero, aún viviendo en Tenerife, hacía muchísimos años que  no veía anochecer en el Teide.

El avistamiento del cometa Neowise parecía la excusa perfecta subir al Parque Nacional de las Cañadas del Teide y vivir una experiencia diferente. Así que nos pertrechamos con cámaras, prismáticos, comida y vino para despedir el día en ese escenario mágico.

Pese a que el Teide recibe a millones de turistas cada año, nosotros apenas subimos un vez al año y, cada vez que lo hacemos, no podemos dejar de impresionarnos ante la belleza de este paisaje único que tenemos la suerte de tener a una hora de casa y que olvidamos que está tan cerca.

Aparcamos el coche en uno de los aparcamientos frente al Llano de Ucanca y esperamos a que comenzara ese espectáculo de luces y sombras que tiñe de naranja el Parque Nacional al ponerse el sol.

Según caía la noche, en el cielo se iban encendiendo millones de estrellas que nos hacían sentir minúsculos ante la inmensidad del Universo.

Escrutamos la bóveda celeste en busca del cometa, pero no logramos encontrarlo. Conmovidos ante tanta belleza  nos fuimos ya de noche cerrada a casa, sintiéndonos afortunados del tesoro que tenemos a nuestro alcance.

Comenzar el día en una playa desierta en Jandía

Playa de Sotavento Postales de un verano diferente

Me desperté temprano para poder disfrutar de un paseo en solitario por la playa de Sotavento. Un paseo conmigo misma,  disfrutando de toda esa playa paradisiaca para mi sola, en silencio, acompañada por el viento, respirando aire puro, oliendo a mar, sintiendo la fina arena bajo mis pies…

Avanzo por la orilla hasta la punta. Delante mía, kilómetros de arena. Me doy la vuelta y más kilómetros de paraíso. Me siento en medio de la nada.

Me doy un baño revitalizante y me tumbo al sol a calentarme con los tímidos primeros rayos del día. Me siento en paz.

Emprendo mi camino de vuelta al hotel con una sonrisa y con mis baterías al 100%. He conseguido olvidar que ahí fuera el mundo parece haberse vuelto loco.

A toda vela rumbo a Isla de Lobos

Islote de Lobos postales de un verano diferente

Este verano queríamos nuevas vivir experiencias, así que decidimos embarcarnos en un catamarán rumbo al Islote de Lobos.

El día estaba precioso y solo teníamos que dedicarnos a disfrutar del mar y del aire fresco. ¡Qué sensación de libertad te regala navegar en alta mar!

A pesar de estar en un espacio limitado, cada uno de los pasajeros encontramos nuestro lugar y no nos daba la sensación de estar demasiado cerca unos de otros, así que nos sentíamos relajados y seguros.

Atracamos en la bahía frente a la playa de las Conchas y saltamos al mar. ¡Qué rica está el agua de color turquesa!

En las próximas horas no tendríamos más obligaciones que relajarnos, bañarnos, montar en kayak o practicar paddle surf. Mi hija se aventuró con el paddle surf y apuntó maneras.

Después del ejercicio se tumbó en la tabla y se dejó arrullar por las olas, mientras nosotros hacíamos lo mismo desde la cubierta.

Playas desiertas y magia en Tindaya

Postales de verano diferente Tindaya

Durante el día recorrimos la costa norte y oeste de Fuerteventura en busca de playas secretas. Hay tantas calas de arena blanca y aguas turquesas…

Por la tarde llegamos a una gran playa  de arena tostada rodeada de acantilados. Un lugar en el que no habíamos estado nunca. La primera de muchas playas que nos quedan por descubrir en esta isla que despliega su belleza cuando la miras con ojos curiosos.

Cae la tarde y vamos a nuestra cita a los pies de la Montaña de Tindaya. Allí frente a la montaña mágica nos espera una enamorada de la isla, María Sanz, para escuchar a su hija cantar en directo en el Restaurante Los Podomorfos mientras tomamos una cerveza artesanal y Tindaya va cambiando de color.

Según va cayendo el sol la temperatura baja y nos recuerda que estamos cerca del desierto, a solo unos kilómetros de África.

Sintiendo el verano en Playa Quemada

Playa Quemada

Este año traía en mi lista de deseos conocer la playa La Arena, cerca de Playa Quemada, en la costa sureste de Lanzarote. La playa forma parte del Monumento Natural de los Ajaches.

Mi deseo se cumplió al día de llegar a la isla.

Aparcamos en el pueblo de Playa Quemada, uno de esos pueblos que guardan la esencia del tradicional pueblo de pescadores y donde el verano se siente en el ambiente.

Atravesamos las casas hasta llegar al final del pueblo y tomamos un sendero que nos llevaría a la playa desde el interior, ya que la marea estaba alta y no se podía acceder por la costa.

El sendero es fácil y corto. Llegamos a la playa en la que solo hay unas seis personas más. Al final de la playa, una gran duna de color tostado.

Disfrutamos de la tranquilidad y del privilegio de estar en un lugar tan tranquilo en pleno mes de agosto.

Cuando baja la marea, comienza a llegar más gente que accede por la costa. Es tiempo de irnos.

Nos dirigimos a uno de los restaurantes que hay en el pueblo. Elegimos una mesa junto a la marea y nos disponemos a dejar pasar la tarde disfrutando de la vista de esta apacible bahía y del trasiego de los pescadores y los veraneantes.

Frente a nosotros, en las rocas, decenas de gaviotas rodean a nuestro joven amigo pescador, que limpia el pescado que comeremos al día siguiente. Pero esta es otra historia…

Jugando a Perdidos en Lanzarote

playa de jameos

Una cala secreta, pescado fresco, un asadero improvisado…

Nos encanta dejarnos llevar por nuestro amigo Javi, para que nos muestre alguno de sus  lugares secretos en Lanzarote y disfrutar juntos de los placeres sencillos: sol, salitre, silencio… felicidad.

Los planes con él siempre son sorprendentes e inolvidables. Una nevera con pescado fresco pescado el día antes; una parada en la ferretería para comprar una rejilla, carbón y un mechero; un par de cervezas bien fresquitas, y ya tenemos todos los ingredientes para organizar la mejor comida del verano.

El pescado se va asando mientras nos relajamos al sol. Un baño en un charquito para refrescarnos y ya estamos listos para comer este majar sobre las rocas.

El lujo no brilla ni cuesta mucho. El lujo es disfrutar de momentos únicos y estar presentes para no perdérnoslos.

Atardecer en Famara, un clásico

Si hay algo que hago siempre que voy a Lanzarote es ir a pasear a Famara. Nunca falto a mi cita, aunque esta vez faltó el paseo.

Llegamos casi al atardecer después de recorrer la carretera desde Soo a La Caleta.  Desde esta carretera el Risco de Famara se ve aún más imponente porque tiene una perspectiva diferente, más frontal.

La playa estaba estaba llena de gente, pero es tan grande que hay espacio para todos.

El sol iba cayendo y la magia comenzaba. El risco se iba tiñendo de rojo y su imagen se reflejaba en los charcos que había dejado la marea.

Unos niños jugaban a deslizarse en la orilla bañados por la luz cálida de los últimos rayos del día. Unos surferos salían del agua y dibujan un contraluz perfecto, y yo corría de aquí para allá con mi cámara para no perderme ni un instante de este regalo. Un clásico de los veranos de Lanzarote.


Soy fotógrafa y copywriter especializada en Negocios con Alma. Madre, aprendiz de escritora, curiosa incorregible y viajera insatisfecha. Transito por el lado luminoso de la vida.

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