En los alrededores de Vigo podemos encontrar planes estupendos para pasar el día sin tener que hacer muchos kilómetros. Explorar la península de Morrazo, la lengua de tierra al otro lado de la Ría de Vigo, puede ser una buena opción para una excursión de día.
El puerto de Moaña
Cruzamos el emblemático Puente de Rande, con su estilizada blanca estructura, y seguimos nuestro recorrido hacia Moaña, donde nos dirigimos hacia el puerto. Entre el trajín del ir y venir de los barcos pesqueros y la llegada y salida del barco que comunica Moaña con Vigo, nos llama la atención una joven que remienda las redes de los barcos al borde del mar, rodeada de metros y metros de redes de colores. Es una atadeira, o redera, un oficio muy laborioso pero necesario para el mantenimiento de los aparejos de los barcos.
En medio de la ría observamos las bateas en las que se cultivan los deliciosos mejillones y las ostras que podremos degustar más tarde en el Mercado da Pedra de Vigo. Bajo esas ricas aguas crecen ostras, almejas, mejillones, navajas… delicias que estamos deseando probar.
De camino a Cangas
Continuamos hacia Cangas, otro pueblo marinero. Antes de dirigirnos al centro, nos desviamos hacia el interior para visitar la Iglesia de San Salvador de Coiro. Entramos en zona rural pero siempre con vistas al mar. Entre las casas con hórreos en sus huertos, descubrimos el curioso campanario. Nos acercamos para verlo y nos sorprende la peculiar desproporción que guarda con el resto del edificio. La iglesia, de estilo barroco, data del siglo XVIII y está rodeada de un paraje natural de gran valor ecológico. Desde allí podemos disfrutar de nuevo de otra hermosa vista de la ría de Vigo.
Dejamos el campo y nos dirigimos de nuevo hacia la costa, buscando el centro de Cangas.
Al llegar decidimos dar un paseo por el Paseo Pepe Poeta acompañados por las gaviotas que corretean por la orilla de la playa de Rodeira. Después nos dirigimos hacia el puerto y distinguimos en la entrada del muelle la escultura de O Galeón, con su sirena rodeada de delfines. Paseamos por el paseo marítimo hasta el mercado, en donde curioseamos por sus puestos y podemos comprobar la frescura del marisco y del pescado que allí se vende. Percebes, mejillones, almejas, camarones compiten en frescura con el pescado local.
De mercadillos en Cangas
Los viernes hay mercadillo del agricultor y de ropa, así que la zona está muy animada. En un puesto por fuera del mercado venden empanadas y panes recién horneados. Nos decantamos por la empanada de marisco, ¡deliciosa!, por sólo 1 euro por ración. Visitamos los puestos de verduras donde los agricultores, muchas mujeres, venden los productos que cultivan. Allí conversamos con una agricultora ya jubilada de 80 años que hoy les está echando una mano a su nieta y su nuera, que están al frente del negocio. Nos cuenta cómo ha trabajado duramente toda su vida para sacar adelante a la familia y que ahora le encanta hacer viajes del Imserso. ¡Bien merecidos!
Encontramos un puesto de quesos donde nos dan a probar queso de tetilla, que está muy bueno y se derrite al cortarlo. No podemos resistirnos a comprar uno para llevar. En otro puesto venden embutidos y más quesos. Nos llevamos chorizo gallego para cocinar y un queso que nos llama la atención, el Galmesano, un queso de pasta dura cocida elaborado con leche de vaca gallega que no tiene nada que envidiar al Parmesano italiano.
El cruceiro de Hío
Con la despensa llena dejamos Cangas y nos dirigimos hacia Hío, donde se encuentra uno de los cruceiros más importantes de Galicia. Se trata de una pieza de estilo barroco esculpida en una sola pieza de granito que nos muestra la historia de la cristiandad. Desde la plaza de la Iglesia de San Andrés de Hío, junto a la que se encuentra el cruceiro, se divisa una vista preciosa de la Ría de Aldán y del curioso cementerio de Hío, que tiene unas vistas impresionantes a la bahía.
Cabo Home
Después de picar algo en el bar del pueblo, seguimos nuestro recorrido y nos dirigimos hacia el Cabo Home. Nos sorprende la escultura de A Burguina (la caracola), en la que todos los visitantes se fotografían. Es una escultura muy bonita que se integra en el imponente paisaje de esta abrupta Costa da Vela.
Desde aquí podemos ver las Islas Cíes, que pertenecen al Parque Nacional Atlántico, a la izquierda. Nos han contado que son un auténtico paraíso, así que habrá que regresar a Vigo con buen tiempo para disfrutarlas.
Nos aventuramos por una pista de tierra en dirección sur hacia la playa de Melide, una playa prácticamente virgen rodeada de pinar que se encuentra justo enfrente de las Islas Cíes. Nos sorprende ver como la vegetación llega prácticamente a la arena.
Monte de Facho
Volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos hacia el norte de la costa de la Vela con destino al Monte de Facho, un lugar con un gran valor patrimonial y paisajístico que ha acogido diversos asentamientos desde finales de la Edad de Bronce.
Para acceder a él, hay que dejar el coche en la pista de tierra y andar por el Camino dos Lameiros, un sendero empedrado con mucha historia. Al borde del mismo vamos encontrando diversos petroglifos de diferentes épocas. Después de unos 10 minutos de subida nos encontramos con los restos de la aldea de Punxeiro, que estuvo ocupada hasta la Edad Media y que fue abandonada cuando se secó el riachuelo cercano.
Excavación poblado galaico- romano
Pero hay que continuar el ascenso para disfrutar de la recompensa. Después de superar una pequeña cuesta comenzamos a ver a nuestra izquierda los restos del poblado galaico-romano. Se trata de un amplio conjunto de castros de piedra blanca que se agrupan en la parte interior de la ladera de la montaña. Esta zona acogió el santuario pagano más importante de la Península Ibérica, que se encuentra aún en excavación, y en el que se han encontrado numerosas aras. Un importante lugar de peregrinación al dios Berobreo al que acudían miles de peregrinos a rendirle culto y a hacerle ofrendas.
En la cima del Monte Facho, que recibe su nombre de las hogueras que se prendían a modo de faro para avisar de la cercanía de la costa a los barcos o advertir a la población de un inminente ataque, encontramos la garita del siglo XVII que se usaba como lugar de vigilancia contra los ataques de berberiscos, normandos y de Almanzor. Desde allí la vista se pierde en el horizonte y podemos disfrutar de una panorámica privilegiada de las Islas Cíes y las islas Ons así como de las desembocaduras de las rías de Vigo y Pontevedra. Un paisaje bellísimo y lleno de historia. Nos imaginamos que los atardeceres desde aquí deben de ser maravillosos, pero debemos de seguir nuestro camino.
Playa de Barra
Antes de dejar la península queremos ver alguna otra playa, así que nos dirigimos hacia la Playa de Barra, que es una playa nudista a la que se accede por un pinar y que está separada de las playas Viñó y Nerga, más familiares, por la Punta Mexilloeria. Un pequeño paraíso de arenas blancas rodeado de pinos para desconectar del mundo.
Volvemos a Vigo después de un día estupendo en el que hemos recorrido sin prisas la costa sur y la costa da Vela de la Península de Morrazo, llevándonos con nosotros la amabilidad de todas aquellas personas con las que hemos charlado y la belleza de una península llena de historia.
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Ana María says:
Galmesano, un auténtico manjar gallego
CanariasViaja says:
¡Está delicioso!! ¡Todo un descubrimiento!