El olor a cítricos, las macetas con flores, el sonido de las campanas de la catedral y una alegría que se palpa en cada calle. Murcia es color, es sabor y tiene un nosequé… que engancha.
Soy Cristina Vílchez, mitad granadina y mitad alicantina… y, si era mitad y mitad… Me quedé en la mitad del camino. Una mitad del camino que me robó el corazón. Sí, llegué a Murcia por amor, pero quedé prendada de esta ciudad.
Murcia es ambiente, es alegría, es buen rollo. Tiene todo lo bueno de una ciudad grande y todo lo bueno de una ciudad pequeña. ¿Me acompañas? ¡Vamos a dar un paseo por el centro!
La ruta comienza en la plaza Circular. El tranvía va y viene, la plaza se llena de gente y de la terraza del kiosko sale olor a café, pero, no hay tiempo que perder, vamos rumbo a la Avenida de Alfonso X el Sabio, popularmente conocida como “el tontódromo”, que tienes que enamorarte de esta ciudad. Es una calle peatonal recién renovada donde se empieza a sentir Murcia. Terrazas llenas de gente, palacetes, un convento, un colegio, familias paseando y el sol brillando, porque los días bonitos son muy de Murcia.
Si el hambre o la curiosidad aprietan… sí, debemos hacer una pequeña parada para repostar en ese lugar donde hay tanta gente de pie, riendo y brindando. Es el lugar del aperitivico, el Café-Bar Gran Vía. Aquí debemos probar la maravilla de Murcia: una marinera (rosquilla de pan con ensaladilla rusa y coronada por una anchoa), cómo no, con una Estrella Levante, la cerveza regional. Pero, no nos entretengamos, que hay mucho por ver.
Terminado el último sorbo de esa cerveza, avanzamos hasta la Plaza Santo Domingo. Frente a la bonita Iglesia de Santo Domingo, un gran ficus centenario presume decorado por cientos de macetas de geranios que indican que, en este sitio, la gente le pone color a la vida.
Más terrazas, artistas mostrando sus habilidades, música callejera y niños correteando… Vamos a pasar bajo el arco, que la función comienza. Tras la modesta iglesia, otra plaza. La de Julián Romea, presidida por el Teatro Romea, un edificio del S. XiX lleno de historia y leyendas que os contaré algún día. Sería buena idea revisar la programación del teatro y ver una obra un día de estos, ¿por qué no?. Pero, un momento, huele a pizza, ¿verdad? Si fuese la hora de comer, me sentaría en la terraza de la esquina y probaría una de las delicias del restaurante Ôven. Pero hay que continuar con la visita 😉
Callejeamos por Jabonerías, Platería, Trapería, todas esas callecitas con encanto, con mucha historia, donde hoy encontramos infinidad de comercios de todo tipo. Escaparates llenos de conjuntos de ropa, joyerías históricas, perfumerías, sombrererías… No podrás resistir la tentación, algo comprarás.
En mitad de este paseo, en la calle Trapería, de repente nos encontramos con un edificio imponente: el Real Casino de Murcia. Es un monumento histórico-artístico nacional. Desde afuera, tras los ventanales, vemos a señores de bien jugando al ajedrez, tomando el té o leyendo la prensa del día. Si tienes un ratito, emprende la visita, teletranspórtate al siglo XIX en sus salones, imagínate ser parte de la burguesía murciana.
¿Seguimos? Avanzando por la misma calle vislumbramos la Catedral. Esa Torre-Campanario, de 93 metros, la convierten en el tercer monumento más alto de España. Rodea los muros, pasea por los soportales y sitúate en el centro de la plaza del Cardenal Belluga, mira qué bonita, cómo impone y qué luz tan bonita se refleja en su fachada.
Tras la Catedral, el Ayuntamiento de la Ciudad, rodeado de jardines, nos presenta al Río Segura. Puedes dar un pequeño paseo en barquita, pasear por la ladera o hacerte un selfie con esa sardina que saca la cabeza del agua y saluda a los visitantes que cruzan el “puente viejo”. Para un poquito, mira qué vistas tan bonitas de la ciudad. La virgen de los Peligros custodia el puente y te da la bienvenida al Barrio del Carmen.
Ahora sí que sí, nos han dado las tantas paseando y es hora de comer. Dirígete a la Plaza de las Flores, busca una mesa con sitio, pide un buen Jumilla y entrégate a los michirones, al zarangollo, a los productos de la huerta murciana. Recuerda acabar con un café asiático. Una buena sobremesa… y, atención, ¿oyes música? ¿risas? Sí, es que empieza el tardeo. ¿Nos vamos de fiesta?
Probablemente habrás escuchado hablar del tardeo. ¿Por qué salir a bailar y divertirse por la noche pudiendo pasar todo un día de alegría? Los sábados Murcia hierve. Un buen plan podría ser comer en la Plaza de las Flores y sentir el apogeo, reírte con los disfraces más ingeniosos de las despedidas de soltero que pululan por las terrazas, tomar la primera copa de sobremesa y, después, sucumbir ante la oferta musical de los locales que, desde primera hora de la tarde se llenan de gente dispuesta a darlo todo por diferentes zonas de la ciudad.
Ambiente festivo en modo alternativo, comercial, pop español, rock… Lo que quieras. Los Djs ocupan sus mesas y suben el volumen en locales como BizzArt, Revolver, El Taller, China Town, Alter Ego, Black tag, 609, La Muralla… ¡Elige!
Pero, si te apetece un plan diferente, te propongo comer en el nuevo Mercado de Correos. El edificio ha sido recientemente rehabilitado y te va a encantar, prometido, porque puedes probarlo todo. Una gran oferta gastronómica para conquistarte: pequeños puestos de comida donde degustar manjares como pastel de carne murciano, marineras, pescadito frito, ostras, carnes, sushi, tacos mexicanos o pasta fresca. Hazte con una mesa, pide tu bebida y prueba un poco de todo. Te enamorarás de la estructura, la decoración y del ambiente. Y, después de comer, si te apetece un cóctel, no te vayas muy lejos porque al fondo del mercado te espera el Invernadero. Sí, de ahí venía esa música. Mesas altas, sofás de mimbre, muchas risas y color verde. Jardines verticales y luz natural para brindar con amigos en un entorno muy especial.
Fin de semana completo, ¿verdad? Combinamos turismo, historia, gastronomía y ocio. ¿No me digas que no son razones suficientes como para enamorarse? Ahora solo tienes que tomar nota, elegir tu mejor look y prepararte para sentir la alegría de este lugar. Porque alguien dijo alguna vez: Murcia, qué hermosa eres… ¡Y qué razón tenía!