La ciudad de San Sebastián es una ciudad de la que es difícil cansarse. Laura Céspedes, donostiarra de nacimiento, se sigue sorprendiendo cada vez que pasea por sus calles. Siempre hay algo nuevo, tan solo hay que levantar la vista curiosa hacia las fachadas y descubrir lo que esconden.
Hoy nos invita a recorrer algunos de sus lugares favoritos de la ciudad “mirando al cielo”.
Los detalles sí importan
Laura se sigue sintiendo turista en su ciudad. Su capacidad de asombro y su curiosidad se despiertan a cada paso por sus calles. Iniciamos nuestro paseo por Donostia de su mano en el hermoso Puente María Cristina. Cruzamos el paseo del Árbol de Guernika hasta la calle Prim y comenzamos nuestra aventura en busca de esas fachadas que le sorprenden, talladas con margaritas, elementos vegetales o caras.
Al comienzo de la calle Larramendi está una de esas fachadas a las que le encanta llevar a sus amigos cuando la visitan. Una portada escultural, que representa a un hombre y una mujer, dan la bienvenida a los vecinos de este edificio. Vale la pena recorrer toda la calle para disfrutar de su arquitectura y sus detalles.
Estamos muy cerca de la Catedral del Buen Pastor, así que nos acercaremos a contemplar la majestuosa altura de este templo neogótico. Su esbelta torre de 75 metros se eleva sobre el cielo de la ciudad.
A la vuelta de la esquina, otro de esos rincones que le gusta mostrar a Laura, los fieros leones que decoran los buzones de la oficina de Correos.
En la esquina contraria, el Koldo Mitxelen Kulturunea, un dinámico espacio cultural con biblioteca. Puedes consultar su programación por si te coincide alguna conferencia o exposición interesante durante tu visita.
Volvemos hacia el río paseando por el Paseo del Árbol de Guernika. Si nos va entrando hambre podemos parar en el Café Botanika, un gastro bar con una terraza muy agradable en el que sirven platos vegetarianos, veganos y sin gluten.
Días de Tamborrada por la Parte Vieja
Cada 20 de enero la ciudad celebra a su santo patrón, San Sebastián, al son de los tambores y los barriles. Durante 24 horas ininterrumpidas, miles de personas formadas en compañías marchan por las calles de todos los barrios de la ciudad al ritmo de un constante redoblar de tambores y barriles a los sones de la música de Raimundo Sarriegui.
Laura nos adentra en la parte vieja para visitar algunos de los lugares destacados en este día. Es en la Plaza de la Constitución en donde se iza y arría la bandera con la que se da inicio y fin a las 24 horas de fiesta. Allí estaba situado el antiguo ayuntamiento de la ciudad, hoy biblioteca municipal. Si nos fijamos en las ventanas de los edificios que rodean la plaza, nos llamará la atención los números que encontramos. Antiguamente esta plaza se usaba como plaza de toros y los balcones como palcos, de ahí su numeración. A primera hora de la mañana la plaza se llena de camiones y furgonetas que hacen las entregas en los bares de la parte vieja. Por la tarde se llena de terrazas en las que disfrutar de un zurito o una sidra
Una de las tamborradas que más le gusta a Laura es la de la Sociedad Ollagorda, que sale por la tarde del puerto viejo. Podemos subir hasta el paseo de los curas, que continúa hacia el monte Urgull, y situarnos por encima de los tejados de la parte vieja para disfrutar de una bonita vista de la bahía. Allí es donde el 20 de enero se sitúan los soldados napoleónicos redoblando sus tambores y desde abajo, junto al Puerto Viejo, les responden los cocineros con sus barriles.
Si tenemos ganas de estirar las piernas, podemos subir a lo alto del Monte Urgull, donde encontraremos el castillo de Mota y otro de los rincones favoritos de nuestra amiga, el cementerio de los ingleses. Un cementerio de 1924 en el que yacen los cuerpos de los soldados ingleses de la Legión Británica que perdieron la vida en la Primera Guerra Carlista. Un lugar mágico, invadido por el musgo y la vegetación. Desde lo alto del Monte podremos disfrutar de preciosas vistas de la bahía y la ciudad y contemplar el mar embravecido en los días de temporal. Si quieres evitar la empinada subida, puedes llegar hasta allí en autobús.
Después del paseo habrá que recargar fuerzas en las barras del barrio viejo. Laura nos recomienda el Gandarias, para probar unos pintxos tradicionales, las tostas del Txepetxa, los bocadillos de calamares y los pintxos de tortilla de Juantxo Taberna, o Casa Urola.
A unos pasos de allí, por fuera del Mercado de la Bretxa, encontraremos a los baserritarras, gentes de los caseríos, vendiendo sus productos. El nombre de la Bretxa hace referencia a que fue aquí donde se rompió la muralla que defendía la ciudad.
Imprescindible Igueldo
Hay un lugar al que hay que ir sí o sí, se tenga niños o no: el Parque de Atracciones del Monte Igueldo.
Las vistas de la Playa de La Concha y de la ciudad desde lo alto del monte Igueldo son imprescindibles, como lo son subir en su funicular de cremallera de más de 100 años, o montar en su montaña suiza (¡que no rusa!).
Proseguiremos nuestro paseo por la ciudad con una sonrisa en la cara, sintiéndonos como niños.
Por el placer de pasear
Donosti tiene 5 puentes que cruzan el río Urumea. Los más importantes son el de Maria Cristina, el Kursall y el Santa Catalina.
Volvemos a nuestro primer punto de encuentro, el Puente de María Cristina, pero esta vez cruzamos en dirección hacia la otra orilla, hacia el barrio de Gros. Este puente es el más elegante de la ciudad y fue construido en 1904 por el ingeniero José Eugenio de Rivera y el arquitecto Julio Zapato. Al igual que muchos de los edificios construidos en la época en que la reina regente, María Cristina, veraneaba en la ciudad, el marcado estilo parisino con influencias de la Belle Epoque está muy presente. De hecho el puente está inspirado en el de Alejandro III de París.
Si dejamos el mar detrás nuestro, a la izquierda encontraremos el edificio de Tabakalera, reconvertido en Centro Internacional de Cultura Contemporánea y sede del Festival Internacional de Cine de Donostia. Un buen lugar para palpar el ambiente cultural de la ciudad.
Un poco más allá, llegaremos al Parque Cristina Enea, legado a la ciudad por los Duques de Mandas. Un oasis de tranquilidad para perdernos entre senderos y vegetación a la orilla del último meandro del río Urumea antes de su desembocadura en el mar.
Si tenemos ganas de seguir andando, podemos llegar hasta el cementerio de Polloe, el más relevante de Guipúzcoa, en donde están enterrados personajes relevantes como Clara Campoamor o el dramaturgo Miguel Mihura. De estructura decimonónica, destacan sus capillas de estilo neogótico que conservan bellas vidrieras historiadas y de motivos vegetales.
O podemos volver sobre nuestros pasos paseando a la orilla del Urumea, dejándonos sorprender por su arbolada y su colección de esculturas junto al río.
Llegaremos a el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal, diseñado por Rafael Moneo, y mundialmente conocido por acoger las galas del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, que transforma la ciudad cada septiembre. En días de temporal, el puente del Kursall es un lugar estratégico para disfrutar de la fuerza del Mar Cantábrico.
A su derecha, la playa de Zurriola, lugar de encuentro de surfistas, donde podemos palpar cómo se vive este deporte en la ciudad.
Si te apetece tomar algo por el barrio de Gros, puedes pedir unos vinos y pintxos en la Bodega Donostiarra o disfrutar de una buena chuleta con pimientos en la Txuletería del Iraieta.
¡Gracias Laura por mostrarnos tu San Sebastián!
(Laura Céspedes acompaña a mujeres emprendedoras y empresarias a ordenar y simplificar sus negocios desde la gestión por procesos conscientes. Claridad y orden todo en uno.)