Planear y elegir Lisboa como destino fue muy fácil, no tuvimos ningún problema con el idioma y nos adaptamos rápidamente a la ciudad con su temperatura cálida. Teníamos un plan de viaje para aprovechar al máximo el nuestra escapada a Lisboa. Todo muy organizado, con mapas y guías pero cuando llegas, te das cuenta de que lo que más quieres es perderte en sus calles y conocer cada rincón de aquella preciosa cuidad también llamada “la ciudad de las 7 colinas”.
Una ciudad que cautiva
Al llegar allí te impregnas de su riqueza, de las costumbres de sus habitantes, de esa belleza cosmopolita, está rodeada de parques con mucho verde, lagos con patos y pájaros volando. El Parque Botánico fue uno de estos sitios que te enamoran nada más entrar y por supuesto, el Oceanário, completamente lleno de animales y plantas acuáticas que te cautivaran y sorprenderán porque nunca has visto algo igual. Yo tuve la oportunidad de ir a la exposición de Takashi Amano y puedo afirmar que es el acuario más bonito que he visto nunca. Me transmitía tanta paz que no quería irme de allí.
La gente es muy amable y cálida. Abre sus puertas para darte la bienvenida y acompañarte en tu travesía, para que puedas descubrir Lisboa sin problemas. Hay mucho transporte público, el tuc-tuc es rápido y útil para conocer toda la ciudad, también está el tranvía, muy cómodo y agradable. En cierto modo, cuando viajas dejas de ser quien eres para tratar de convertirte en un ciudadano más.
La arquitectura de Lisboa te sorprende muchísimo, tiene muchas iglesias grandes y bonitas, las casas antiguas con mosaicos llenan de color las calles… Las grandes ramblas llenas de puestos con venta ambulante con complementos de corcho, que es una actividad artesanal típica. Hacen ferias artesanales en las calles y puedes encontrar variedad de productos con ese material.
Recorrido por Lisboa
Mientras caminas por las calles principales puedes encontrar uno de los elevadores más famosos de Lisboa, el Elevador de Santa Justa, con sus 45 metros de altura conecta la Baixa con el barrio del Chiado y es una de las atracciones turísticas obligadas de Lisboa, las vistas son espectaculares. Además está justo al lado del Convento do Carmo, fue todo un descubrimiento para mí, me sorprendió muchísimo. La iglesia del convento, que era la mayor iglesia gótica de la ciudad, quedó en ruinas debido a un terremoto y es uno de los principales recuerdos del desastre que asoló la capital portuguesa. Las fotos de este lugar son mis favoritas, el convento quedó en pie pero sin techo y es precioso ver el cielo azul sobre ti cuando entras a ese lugar tan único. Dentro puedes encontrar un pequeño museo con algunas esculturas o libros que se salvaron de aquel trágico día.
Hay muchos lugares maravillosos en la ciudad, por ejemplo, la catedral más antigua que es La Santa María Maoir de Lisboa. Puedes observar en ella una mezcla de distintos estilos arquitectónicos unidos en un solo edificio gracias a la rica historia que tiene la ciudad. Su sencillez convierte a esta catedral en magnífica.
Una agradable sorpresa
Tuve mucha suerte porque el Panteón Nacional lo descubrí por casualidad, estaba buscando un mercadillo de artesanía pero para mí disgusto, me había equivocado de día. Bueno, mi error se convirtió en euforia cuando descubrí el Panteón, un edificio que no pasa inadvertido con su color blanco y sus suelos de mármol. Puedes entrar, te asomas por las pequeñas ventanas, subes escaleras empinadas y pasas pasadizos estrechos para ver la bóveda tan espléndida que tiene y subir hasta el tejado. Me senté allí para admirar las vistas de la ciudad. La verdad es que fue un regalo para mí.
Una ciudad con vistas
Sin duda, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Lisboa es el Castillo de San Jorge. Se conoce con este nombre a las ruinas de un castillo que se sitúan en lo alto de la colina de San Jorge. El castillo se yergue en posición dominante sobre la más alta colina del centro histórico, proporcionando a los visitantes una de las más bellas vistas del este de la ciudad y sobre el estuario del Río Tajo. Ese día fuimos allí sin prisa, caminamos por las calles cercanas muy empinadas pero valió la pena el esfuerzo. En la entrada del Castillo puedes encontrar a muchos artistas y pintores ambulantes que te pintan un cuadro digno de exposición en unos breves instantes. Las ruinas del castillo son maravillosas, los jardines con algunos pavos reales son espléndidos y desde arriba puedes ver toda la ciudad a tus pies, tan tranquila e imponente al mismo tiempo. Me senté bajo un árbol a admirarla y me quedé allí un largo rato perdida en mis pensamientos y, por supuesto, recuperando el aliento. La brisa fresca que corría me ayudó a refrescarme del calor sofocante de ese día de verano, además del castillo con sus once torres en el mismo recinto hay un pequeño museo, un bar y un restaurante muy acogedores.
Rumbo a Sintra
Al día siguiente, después de descansar de la larga caminata del día anterior, cogimos el tren con destino Sintra, esta es una localidad portuguesa del distrito de Lisboa y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En este lugar de importante valor natural, cultural y estético, tiene lugar la llegada de muchos turistas a lo largo del año. Entre sus principales atractivos figuran numerosos castillos y antiguas construcciones como el Castillo de los Moros, los palacios da Pena, de Queluz, de Monserrate, de Seteais y el Palacio Nacional, la Quinta da Regaleira, el Chalet de la Condesa Edla, el Convento de los Capuchinos y la Granja Ornamental de la Pena.
Cuando llegué a Sintra cabalgué en mi imaginación hacia aquella época en la que los palacetes estaban en todo su esplendor. Soñé con que asistía a sus banquetes y fiestas, es un lugar muy mágico. En mi opinión, se necesita más de un día para conocer bien esta localidad, por lo que merece la pena buscar un alojamiento aquí.
Cuando yo llegué, contratamos un guía que tenía coche propio y así agilizamos la visita por los castillos. El chico fue muy cortés y amable, sabía cómo desenvolverse en la ciudad y nos ayudó mucho con las entradas, conocía los sitios más importantes e incluso los mejores restaurantes. Un lugar inolvidable fue Cabo da Roca, es el punto más occidental de Europa, se encuentra en el Parque Natural de Sintra-Cascais, hay un monumento de piedra donde están inscritas las coordenadas del lugar, donde la foto es obligatoria, también hay un faro y una tienda para turistas.
Saboreando Belem
Para terminar nuestro viaje, fuimos en autobús a Santa María de Belem, un barrio situado a las orillas del rio Tajo donde encuentras algunos monumentos que ilustran la historia marítima de Portugal.
Yo había oído que los pastelitos de Belem eran deliciosos y es el lugar que tiene más fama donde comer este pastel. Cuando estaba llegando a la última parada empecé a ver mucha gente haciendo fila, no entendía muy bien, para que servía. ¡Oh sorpresa! era la pastelería donde venden los pastelitos, por supuesto, hice la fila y compré muchos. Algunos incluso los llevé como regalo a mis familiares. Están buenísimos, mereció la pena la fila. Puedes llegar a apreciar sabores y olores que te llevan a disfrutar el ambiente de la zona, despertando el deseo de conocerlo y probarlo todo.
Historia y arte junto al mar
Muy cerca se encuentra el edificio más impresionante que hay aquí, el Monasterio de Los Jerónimos. Tiene unos 300 metros de fachada muy trabajada y con una gran riqueza artística. Hay visitas guiadas muy interesantes en su interior donde podrás ver el claustro y su decoración.
Al finalizar, sales a las zonas verdes en frente del monasterio y encontrarás donde descansar bajo la sombra de los árboles. Muy cerca verás la Torre de Belem en la orilla del rio Tajo donde puedes subir a lo alto de la torre. Se utilizó antiguamente para defender Portugal de posibles invasiones. En el Monumento a los Descubrimientos puedes ver muchísimas esculturas de personajes históricos.
Después, fui al Museo Colección Berardo. Fue muy interesante e instructivo, es uno de las colecciones más grandes de arte contemporáneo, tiene obras realmente excepcionales. Tienes que tener claro que a esta visita debes ir preparada con agua y zapatos bajos, yo caminé muchísimo ese día y regresé muy tarde al hotel, así que se debe ir muy cómodo.
El broche final
Por la noche cenamos unos buñuelos de bacalao muy ricos en un restaurante con espectáculo de fado. El fado te hace revivir experiencias de la vida, historias de amor y desamor que te llenan de añoranza.
Fue una última noche muy especial en esta ciudad tan dulce y acogedora. Nunca lo olvidaré. Todos los viajes te llegan a transformar en cierta medida, nunca eres el mismo cuando regresas, y Lisboa no ha sido una excepción.
He aprendido cosas nuevas, la arquitectura del lugar ha llenado mi espíritu de sorpresa y la sonrisa de los ciudadanos ha llenado mi corazón de alegría. En esta escapada a Lisboa he convertido desconocidos en amigos y supuso una experiencia inolvidable, me aportó energía y abrió mis ojos para que comprendiera más el mundo.
El viajar nos ofrece gran variedad de contrastes que es lo que te da vida, al fin y al cabo. VIAJAR ES VIVIR.
Fotografías: Laura Camacho
¿Quieres seguir los pasos de Laura y Martha por Lisboa y Sintra? Te hemos preparado una oferta irresistible.