¿Qué es lo que tiene Granada que a todo el mundo enamora? Una apasionante historia, riqueza cultural, sabor, color, y duende a cada paso.
Granada vive entre dos culturas que impregnan sus calles, monumentos y rincones. Es un viaje desde Al- Andalus hasta el Reino de España, con la Alhambra y la Catedral compitiendo en belleza.
La Alhambra de Granada se impone soberbia desde la colina de Sabika. Un imán para las miradas, que la buscan desde los miradores, entre las callejuelas del Albaicín, o asomados desde la puerta de una casa cueva en el Sacromonte.
La Catedral aparece encajada en el centro, discreta por fuera, imponente por dentro. En la Capilla Real descansan los Reyes Católicos, siguiendo los dictados de una Reina, Isabel, que quería a esta ciudad más que a su vida.
Pero, además de historia, Granada es también el sabor de sus tapas, el color de las macetas con geranios que adornan sus ventanas, el aroma que emana de los baños árabes y del té de hierbabuena, y el sonido del flamenco que brota de los tablaos y las zambras.
Hay que conocerla al menos una vez en la vida pero, te advertimos, si vas seguramente querrás volver. Y es que Granada es una ciudad que conquista y despierta tus sentidos.
Te proponemos algunas ideas para que disfrutes de tu escapada a Granada.
Pinceladas de historia
El Reino de Granada fue el último bastión de Al-Andalus. Tras la rendición de su último sultán nazarí, Boabdil, ante los Reyes Católicos en 1492, se daban por finalizados ocho siglos de presencia musulmana en la Península Ibérica. Tras esta gesta, el papa Alejandro VI otorgó a los reyes Isabel y Fernando el título de Reyes Católicos por lograr la unificación religiosa del Reino de España.
La conquista de la ciudad de Granada y la Alhambra tuvo un simbolismo muy importante para ellos, ya que significaba la victoria del cristianismo sobre el Islam. Tras la toma de la ciudad, Isabel quedó maravillada con la belleza de la Alhambra y ordenó obras de mantenimiento y adaptación de los palacios nazaríes a las necesidades de la corte cristiana, como la transformación del mexuar en capilla, pero sin alterar sus formas ornamentales y arquitectónicas.
En su testamento, la Reina Isabel pidió ser enterrada en una sencilla tumba baja en el convento de los Franciscanos, vestida con un simple hábito. Hoy ocupa este convento el Parador de Turismo de San Francisco y podemos ver su lápida en uno de los claustros.
En 1521 los cuerpos de Isabel y Fernando fueron trasladados a la Capilla Real de Granada, por orden de su nieto Carlos V, donde descansan junto a su hija Juana, su marido Felipe El Hermoso y su nieto Miguel de la Paz, en un impresionante sepulcro de mármol de Carrara, desoyendo las peticiones de austeridad de la Reina. En la sacristía podrás observar valiosos objetos personales de la reina, como su corona y su cetro, así como parte de su colección de pintura flamenca.
Visitar La Alhambra de Granada con sus bellos palacios nazaríes y el Generalife, y recorrer el conjunto catedralício, donde se encuentra la imprescindible Capilla Real donde descansan los Reyes Católicos, es vivir una lección de historia en directo.
Entre dos culturas
Viajar a Granada es transitar entre dos culturas que se sienten en cada rincón de la ciudad.
La Alhambra, joya del arte nazarí compite en belleza con la Catedral renacentista, símbolo de la gloria de los Reyes Católicos.
Las teterías de la calle Calderería sirven aromático té de hierbabuena, couscús y dulces árabes, mientras que un poco más abajo, en la calle Elvira, te espera la bodega Castañeda, con sus barricas de fino y palo cortado y su exposición de jamones , para tomar la primera caña con su tapa bien servida.
Las tiendas del zoco de la Alcaicería, junto a la catedral, venden souvenirs para turistas, entre olor a cuero y especias que nos transportan hacia otros lugares.
Muchas de sus numerosas iglesias católicas, como la de Santa Ana, conservan las paredes de ladrillo y los arcos de medio punto de las mezquitas sobre las que fueron construidas.
Granada es mora y es cristiana y luce con orgullo su riqueza cultural.
El arte de mirar
La Alhambra es bella, la mires por donde la mires, e invita a la contemplación.
Visitarla es imprescindible para admirarla y contemplar la exquisitez de sus interiores, como ya te contamos en este otro post, pero durante toda nuestra estancia podemos seguir recreándonos en ella mirándola desde lejos, con perspectiva, para apreciar su belleza y grandiosidad.
La Alhambra permanece oculta desde el centro de la ciudad. Habrá que atravesar la Plaza Nueva, la más antigua de la ciudad, y seguir por el Paseo de los Tristes, junto al río Darro, para que nos sorprenda por primera vez la visión de la ciudad fortificada de la Alhambra sobre la colina de Sabika.
Pero hay que seguir subiendo por las empinadas callejuelas del Albaicín, el barrio más antiguo de la ciudad, hasta el Mirador de San Nicolás, para verla de frente, majestuosa, con la Sierra Nevada de fondo.
Pero si queremos disfrutar las mejores vistas, tendremos que admirarla a la hora de la puesta de sol desde Mirador de San Cristóbal, en la carretera de Murcia, cuando su color rojizo se intensifica. Si el tiempo acompaña, contemplarás “el atardecer más bonito del mundo”, según Bill y Hillary Clinton.
Desde el Sacromonte, el barrio de las casa cuevas donde vivían los gitanos en sus casas cuevas, y donde por las noches se siente el flamenco en las zambras, podremos disfrutarla también desde otra perspectiva.
Granada es un juego de miradas, las que van del Albaicín y el Sacromonte hacia la Alhambra, pero también las que se contemplan desde el Generalife y desde la ciudad fortificada a Granada. Siempre habrá una nueva estampa que te sorprenderá.
A pedir de boca
Caminar por Granada da hambre. Y la ciudad recompensa al visitante con una estupenda oferta gastronómica para seguir despertando los sentidos.
Granada es la capital de la tapa y te las sirven gratis con cada bebida que pidas. En la Bodega Castañeda, en la calle Elvira, te la tomarás de pie en la barra en un ambiente animado con mucha solera con sus barricas de vino y su colección de jamones.
Podrás seguir tu ruta de tapas por esta calle hasta la plaza Nueva, las terrazas del Paseo de los Tristes y la calle Navas. Sigue abriendo el apetito subiendo por las empinadas calles del Albaicín hasta las terrazas de San Nicolás, San Miguel Bajo y plaza Larga. También podrás disfrutarlas en el antiguo barrio judío del Realejo, alrededor del Campo del Príncipe.
Puedes comer de tapa en tapa o seguir con las raciones. En los alrededores de la catedral y en la Plaza Bib-Rambla, las croquetas y albóndigas XL de Los Manueles y el pescaíto frito de Los Diamantes nunca fallan.
Pues seguir descubriendo platos típicos como las habas con jamón, el remojón granaíno o el rabo de toro o en alguno de los bares y restaurantes de la calle Navas, como el Rincón de Julio, donde hacen un rabo de toro que quita el sentío.
Para endulzarse no puede faltar un pionono de Ysla, ¡llevan haciéndolos desde 1897!, una milhojas o un capricho albayzinero de Casa Pasteles, junto a la Plaza Larga, o un dulce árabe en una de las teterías del Albaicín.
Si te apetece disfrutar de la gastronomía árabe, en la calle Calderería te seducirán con aromas exóticos y té de hierbabuena.
Para tomar un café con vistas al Generalife, no te pierdas el parador de Granada, situado en un enclave único dentro del recinto de la Alhambra. Desde la terraza del hotel Alhambra Palace también disfrutarás de unas preciosas vistas a la ciudad.
Nos queda tanto por ver y por saborear en Granada, que habrá que pensar en regresar para seguir descubriendo esta ciudad que enamora a quién la descubre y con la que sueñan los que aún no han podido venir.