Turín son muchas ciudades en una sola: la ciudad-estado, la de los Saboya, la capital del automóvil, la barroca, la modernista, la industrial…
Una ciudad para visitarla una y muchas veces, sin tratar de abarcarla en un solo viaje. Un museo al aire libre para pasearla sin prisas, disfrutando de lo que encontramos a nuestro paso, rodeados de las cimas de los Alpes.
Palpa el ritmo de la ciudad tomándote un bicerin (bebida típica turinesa preparada con café, chocolate y crema de leche) en un café histórico.
Piérdete por los pórticos de la Piazza de San Carlo en busca de las mejores chocolaterías del mundo.
Visita el Palacio Real de los Saboya en la céntrica Piazza Castello.
Da un paseo romántico a orillas del río Po.
Recorre los puestos del mercado de Porta Palazzo, el mercado al aire libre más grande de Europa, en busca de los mejores productos de la región.
Descubre el Museo Nacional del Cine, en el monumento emblema de Turín, la Mole Antonelliana.
Calienta motores en el futurista Museo del Automóvil.
Viaja a Egipto en el Museo Egipcio de Turín, y descubre la mayor colección de antigüedades egipcias fuera de El Cairo.
Admira el Santo Sudario en la Capilla de la Sábana Santa, bajo la impresionante cúpula barroca de Guarino Guarini.
Atraviesa la Puerta Palatina, una de las pocos restos romanos que quedan en la ciudad.
Deténte ante el autorretrato de Leonardo Da Vinci en la Biblioteca Real.
Deléitate con las especialidades de la gastronomía piamontesa.
Recorre la Corona de Delize, las bellas residencias reales que rodean la ciudad.
Pasa un día descubriendo La Venaria Reale, palacio Real de los Saboya y obra maestra de arquitectura y paisaje.
Viaja en el tiempo en el pueblo de Leumann, un bello ejemplo de la arquitectura Art Nouveau
Turín es una gran ciudad para disfrutar de la historia, el arte, la gastronomía, e impregnarse del espíritu de la Dolce Vita italiana. Y un punto de partida para explorar los viñedos alpinos, descubrir el Parque Nacional Gran Paradiso, recorrer la via francigena piamontesa, ruta de los peregrinos a Roma, o maravillarse con la Sacra di San Michele, la abadía que inspiró a Umberto Eco en El nombre de la Rosa.