Nilia Bañares y Ulrike Güse son dos artesanas de Gran Canaria unidas por su pasión por los tejidos y los tintes naturales. Recorremos sus talleres para adentrarnos en este oficio que las ha cautivado.
La historia de Ulrike
Ulrike Güse llegó a Gran Canaria procedente de Alemania a finales de los 90. Tras un tiempo dedicada a las artes gráficas, la tejeduría llegó a ella en un principio como un hobby con el que mantener su cabeza ocupada.
En una feria conoció a Nilia Bañares, tejedora desde hace más de cuatro décadas. Le pidió que le enseñara, pero en ese momento Nilia no estaba pensando en dar más cursos y le dijo que no. Le comentó que al menos echara un vistazo a sus trabajos. Y tras varias negativas, un día por fin llegó el sí. Le propuso hacer un taller de tintes naturales si conseguían a unas cuantas personas interesadas, y vaya si Uli las consiguió.
Desde ese momento, cuenta que quedó completamente enganchada. Al segundo día, ya tenía el caldero al fuego dispuesta a hacer sus primeros tintes. Hoy ella ya es maestra. Desde su taller en la calle Rosarito, en la zona puerto de Las Palmas de Gran Canaria, ofrece cursos de tejeduría y de tintes naturales. Asegura que son una experiencia única, un recuerdo muy personal y el placer de llevarte algo elaborado con tus propias manos. Con Ulita’s Loom, así se llama su marca, lleva desde 2007 produciendo tejidos naturales en telar manual. Tiñe toda su producción en lana y seda con plantas locales y cochinilla. Asegura que sus colores son un reflejo de su amor por la naturaleza canaria. Tejer es un proceso lento y meticuloso, pero el resultado es una pieza única.
La historia de Nilia
Nilia también llegó al telar por ocupar su mente, por llenar las horas del día que había dejado libres la marcha de los hijos de casa. Superaba ya los cuarenta y tenía tiempo. Una amiga iba a hacer un curso de tejeduría y la acompañó. Y de ese modo casual comenzó un amor por los tejidos que aún le acompaña. A sus 83 años aún mantiene su telar en Telde, en el barrio de San Francisco, y continúa transmitiendo su saber.
Aprendió con Manolito, el tejedor de Tenteniguada. Eran otros tiempos y Manolito le decía que con que aprendiera la trapera en el telar canario bastaba para entretenerse un rato, pero el maestro no contaba con la curiosidad de Nilia. Ella quería mucho más.
Se formó en Madrid, Inglaterra, Suiza…, hasta a California llegó para aprender a teñir con hongos. Formarse así y viajar era algo poco habitual cuando ella comenzó, a finales de los 70. En Madrid hizo su primer curso en telar de contramarcha. Mandó a fabricar uno para traerse a la isla, y luego traería más para otros tejedores y tejedoras.
Su pasión por la seda la llevó a criar gusanos y fabricar sus propios hilos. Obtuvo medio kilo, cuenta orgullosa. Ahora, gracias a su tesón, ha ayudado a mantener vivo un oficio tradicional en riesgo de desaparecer.
El primer curso de tintes lo hizo en Suiza, después en la península y el resto lo consiguió con la práctica hasta convertirse en una experta en tintes naturales con plantas canarias. Muchos de los colores salen de árboles y plantas de su propio jardín. Su hija, la conocida diseñadora Helena Rohner, ha comentado en alguna ocasión que puede que heredara de su madre su fascinación por el color.
Hace poco se ha reeditado su libro sobre tintes con técnicas que van desde la época prehispánica hasta la actualidad.
Un trabajo hecho con las manos para la mente
Ambas llegaron al mundo del telar para ocupar o calmar su mente. Convertir hilos en telas les brinda un trabajo meditativo que permite estar en el momento presente, centrarse en el aquí y el ahora. Uli nos cuenta que en el mundo reina el caos, pero no en su telar. Un mundo creativo y personal pero a la vez matemático y minucioso. Les parece mágico poder crear algo único desde la nada. En lo que también coinciden maestra y alumna es en que no es fácil que alguien sepa valorar el trabajo que hay detrás de cada pieza, y menos que esté dispuesto a pagar lo que vale.
El mundo que las rodea
Quienes las visiten para adquirir alguno de sus productos o hacer algún curso con ellas podrán disfrutar también del entorno que rodea ambos talleres.
Aunque suele ser un barrio algo desconocido para los turistas, incluso para los propios residentes de la isla, San Francisco tiene mucho que ofrecer al visitante. Perderse entre sus callejuelas, repletas de historia y cruces, puede suponer uno de los paseos más agradables del municipio de Telde, el segundo más poblado de Gran Canaria. Entre los rincones preferidos de Nilia se encuentra el acueducto con sus sucesivos arcos de toba volcánica sobre columnas; el yacimiento El Bailadero formado por numerosas cuevas que los antiguos habitantes de Telde utilizaban para rendir culto a la fertilidad; y un rinconcito encantador con un enorme laurel.
La zona de Uli es algo más conocida pero igualmente bella. De hecho, la playa de Las Canteras ha inspirado alguna de sus colecciones. Sus lugares preferidos, como no, la playa y la zona de El Confital, el Mercado del Puerto que tiene tan cerquita y el Castillo de La Luz que alberga la fundación de Martín Chirino.
Lucía Martínez, periodista, fotógrafa y editora del blog De andar por casas. El blog nació hace años, en un principio sobre decoración, y hoy en día está dedicado esencialmente a potenciar los negocios locales de Las Palmas de Gran Canaria.
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Rosa cobos says:
Quisiera saber si Dan cursos para aprender en el telar, estoy muy interesada en ello