Hace casi veinte años, lo que parecía un arrebato post adolescencia me trajo a Canarias y me cambió la vida. Con un pasaporte europeo entre las manos, deslizamos el dedo sobre la línea ecuatorial buscando un destino donde el mar fuese nuestro patio de juegos y donde el invierno llevase sandalias. Así descubrimos este rincón del Atlántico Nororiental.
De niña urbanita, fascinada por el verde tropical y los escarabajos, pasé por fuerza a convertirme en una enamorada del mar y una entusiasta aprendiz de todo lo que le rodea. El salitre ha moldeado mi carácter, mi ritmo, mis aficiones y debo decir que incluso me transformó profesionalmente. Me desbordó con su fuente inagotable de inspiración.
Privilegiadas por naturaleza
Imagino que algo parecido le habrá sucedido a las más de treinta especies pertenecientes a siete familias de cetáceos que merodean nuestras aguas. Todas ellas encuentran en las islas un refugio, un gran acuario natural donde se da cita uno de los mayores espectáculos marinos del planeta. Así, convierten a las Islas Canarias en un lugar de referencia en la observación y estudio de cetáceos. Varias de las especies que se dan cita en Canarias son oceánicas, raras y poco conocidas, y la proximidad a nuestras costas ha hecho que sean fácilmente accesibles, convirtiendo a la isla en un laboratorio natural de la investigación, conservación y observación de ballenas y delfines. Todo un tesoro del que presumir y que merece tomarse el tiempo de descubrir.
De cazadores a observadores
Mientras que en Canarias históricamente nuestra relación con el mar se limitaba a la pesca, en el resto del mundo se cazaban ballenas para extraer el aceite, que proporcionaba la luz y la energía que ponía en marcha al planeta tal como lo conocíamos. Las ballenas fueron las pepitas de oro del océano.
Curiosamente, la aparición del petróleo, ese que hoy contamina nuestros mares, llegó para salvar a las grandes ballenas de una extinción segura. Fue a mediados de los setenta cuando estos pueblos se transformaron en observadores de la mar. Allí donde se filtraba aceite de ballena, se levantaron museos. Comenzaba una era de estudio y observación.
A mediados de los años ochenta, comenzó tímidamente a desarrollarse la actividad de observación de ballenas en las islas, abriendo camino para lo que se convertiría en uno de los atractivos más potentes en la oferta de actividades de naturaleza en Canarias.
La actividad puso a las Islas en el mapa de interés científico, y despertó la necesidad de crear departamentos de estudio en las universidades locales. Gente del mar que sale en su nuevo “faenar”, con sus barcos llenos de corazones curiosos, que vuelven a tierra emocionados y mucho mas sensibles a lo que nos rodea.
A diferencia de otros puertos del mundo, en Canarias nunca existió una industria ballenera. Eso no nos hace ni mejores ni peores, pero sí que cambia el discurso de una actividad que no se ve condicionada por los años oscuros de su historia. Aquí comenzamos haciendo las cosas bien y con los años se van haciendo mejor.
El primer encuentro
Hace 15 años, un nuevo giro de la vida me instaló en el suroeste de Tenerife con el vértigo e ilusión de un nuevo comienzo. Esa primera semana, aun entre cajas, en mi minúsculo piso de Playa San Juan, tuve mi primer encuentro con los cetáceos en libertad.
No, no fue una navegación memorable, con Malvasía y puesta de sol. Eso vino después. Ese primer día, estaba lavando los platos con la mirada perdida en el horizonte y ahí estaba: una manada de delfines navegando tranquilamente cerca de la costa. Con el pulso acelerado y un precario internet, empecé a buscar información. Quería saber si eso era normal y cómo repetir.
Esa noche fue muy larga. La primera sorpresa fue saber que nuestro nuevo hogar miraba a una zona protegida. Había elegido, sin saberlo,un pisito con vistas a la Zona Especial de Conservación (ZEC), ¡vaya lujo!
La segunda, que compartimos patio de juego con las manadas residentes de calderones y delfines mulares. La tercera, y mejor, fue descubrir que sin un gran esfuerzo económico y sin ser expertos navegantes, podríamos apuntarnos en una excursión y hacer la respetuosa visita con la que había soñado durante todo el día.
Programamos la salida para el siguiente fin de semana. Durante la espera, pasé las tardes con los ojos en la ventana esperando verlos aparecer. Me tomó unos días descubrir que aquello había sido un regalo de bienvenida y que si bien se repetiría, no pasarían a saludar cada tarde.
Observar cetáceos en libertad
Para nuestra primera salida escogimos un barco de motor que salía desde el Puerto de Los Gigantes. Elegimos Los Gigantes por la belleza del paisaje y lo cómodo del acceso con niños pequeños. Nos apuntamos a una salida turística, en un grupo reducido, lo que nos permitía hacer el avistamiento con comodidad, disfrutar de la navegación y mantenernos en contacto con el capitán para que nos fuese contando lo que íbamos a ver.
Ya nos habíamos informado y sabíamos que era muy importante elegir una embarcación señalizada con la Bandera de Barco Azul, otorgada por la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias y por el Ministerio de Medio Ambiente de España. Esta garantiza que la embarcación y la tripulación trabajan legalmente para la protección de la vida marina y para promover la conservación y la educación ambiental, respetando Reservas Marinas, a la vez que sirven de apoyo a investigaciones científicas.
Fue tan increíble y emocionante que al regresar nos lanzamos en la búsqueda del que sería nuestro primer barco. Encargamos guías, reservamos libros en la biblioteca y comenzamos el descubrimiento más emocionante de nuestras vidas. Como familia, nos enamoramos de los cetáceos. Cada vez queríamos saber más, aprender más y observar más, entender cómo, dónde y por qué actúan y revivir mil veces esa emoción de escucharlos respirar.
Ese estado, entre la calma que produce estar en medio del mar y la emoción de divisar una aleta en el horizonte, se convirtió en nuestro estado anímico favorito.
Un mar para todos
Lo que hace única y mágica la observación de cetáceos en Canarias es la posibilidad de disfrutar de la actividad durante todo el año. En la mayoría de las ocasiones no hacen falta más que unos poco minutos de navegación para empezar a observar a familias residentes de ballenas y delfines, navegando o alimentándose cerca de la costa, con un clima estupendo y sin navegaciones complicadas.
No se me ocurre una manera más espectacular de sorprender a familiares y amigos cuando vienen de visita, no solo por lo fascinante que es ver animales en libertad. Cuando navegas tienes una perspectiva de las islas única, es una oportunidad de dejarte enamorar por las formaciones volcánicas, la hermosura de nuestros barrancos y esa luz especial que hace que cada salida sea irrepetible.
En Canarias tenemos la suerte de contar con gran variedad de ofertas para toda clase de excursiones: veleros, catamaranes, embarcaciones rápidas e incluso barcos eléctricos. Todo un repertorio donde elegir según el tiempo que quieras dedicar a vivir esta experiencia y tu capacidad de adaptarte al movimiento del mar.
Es posible hacer salidas cortas; excursiones largas donde además de cetáceos, dejarse sorprender por el paisaje, aves marinas y tortugas, o salidas de carácter científico, donde poder ser biólogo por un día.
Además, no debemos olvidar el simple placer de observar desde la costa, esperando en el lugar adecuado, armados solo de paciencia y protección solar. Porque en Canarias tenemos el privilegio de ser espectadores de la grandeza vital de las ballenas, ¡incluso desde tierra!
Observar, aprender y respetar debería ser el emblema de nuestras islas, donde podemos presumir de que el “must de Canarias” es ver ballenas y delfines en libertad.
Los años de experiencia nos han ido llevando a pulir las estrategias para que conservación y observación avancen de la mano.
Qué esperar de una salida al mar
No hay manera de explicar la emoción que produce escuchar a un calderón emerger de una inmersión de más de mil metros y respirar, como tú y yo lo hacemos, o cómo se corta tu respiración y se acelera el pulso al ver un “soplo” en el horizonte.
La familia, como llamamos cariñosamente a calderones y delfines mulares residentes, está asegurada en un 90% en todas las salidas gracias a las colonias residentes que se mueven muy cerca de la costa, entre Punta Rasca y el Acantilado de Los Gigantes. A estos se les suma la visita de animales que se mueven entre islas poniendo la guinda a muchas excursiones: delfines moteados, zifios y cachalotes son solo algunos de una gran lista. Les siguen animales estacionales, que cruzan nuestras islas en épocas concretas (especialmente en invierno y primavera) como delfines comunes, rorcuales comunes y yubartas. Como si fuese poco, algunos pocos navegantes pueden contar con la suerte de encontrarse con visitantes poco frecuentes que alimentan la curiosidad de los aficionados a la observación.
En total han sido avistadas en Canarias 25 especies de las 79 existentes, un tercio de la diversidad a nivel mundial. Todo un privilegio del que presumir y sobre todo la excusa perfecta para acercarnos a la naturaleza disfrutando de una actividad donde conservación y observación caminan de la mano. En la actualidad, los cetáceos en Canarias están protegidos por la normativa autonómica, nacional y europea así como por convenios ratificados por el estado Español como el de Bonn y Berna. En las islas existen varias Zonas de Especial Conservación (ZEC) de la Red Natura 2000.
Ciencia y observación avanzan juntas, con una tripulación cada vez más formada, que se preocupa por transmitir a sus clientes la importancia de lo que observan, y que a la vez son los ojos en el mar de toda la red de investigadores que trabajan desde tierra para que tengamos cada vez más conocimiento sobre estos fabulosos gigantes del mar.
Mas cerca que nunca
En este año tan peculiar, muchos hemos sido sorprendidos por el azul. Desde la ventana de casa o desde las redes sociales, confinados y con los ojos puestos en el mar, nos han sacado gritos de alegría y emoción ballenas y delfines nadando cerca de costa.
Y es que esta cuarentena nos ha pillado en época de “tráfico pesado”. Abril y mayo son meses en los que es habitual observar grandes rorcuales, yubartas y ballenas azules de paso por nuestras isla. A esa circunstancia se le ha sumado un invierno sorprendente, donde la gran productividad ha llenado el mar de vida. El espectáculo no se para porque nosotros estemos en casa. ¡Qué va! El show continúa y los que tienen el privilegio de estar de cara al mar, han sido testigos de ello.
Vamos acercándonos al verano y a esta nueva normalidad donde el contacto con la naturaleza parece una llamada animal. Ansiosos por estar al aire libre y en contacto con esos paisajes que añoramos durante los días de confinamiento, en un entorno controlado y cumpliendo las normas de distanciamiento social, saciando esa necesaria sensación de libertad.
En esta época donde el turismo interno será el que saque para adelante al sector, todos debemos mirar a quienes tenemos al lado y apoyar a empresas locales. Es un buen momento para acercarse al mar y volver a cargar esas energías ensalitradas que tanto nos hacen falta y vivir la maravillosa experiencia de navegar en grupos reducidos o en familia cerca de nuestras costas.
Dónde observar cetáceos en Canarias
La actividad de observación de cetáceos no es sólo de uso recreativo o comercial, es una industria que fomenta actividades educativas, científicas y culturales en el entorno del mundo marino y costero, en la mayoría de los casos, pequeñas empresas locales de amantes del mar y gente apasionada que procura que cada día sea único para sus clientes.
Si te interesa la naturaleza marina de las Islas Canarias, nos parecen especialmente atractivas las salidas en veleros y barcos pequeños, donde el avistamiento se complementa con el placer de escuchar a los cetáceos, la observación de aves marinas, el mero placer de disfrutar del mar, los volcanes y la vida marina en general, guiados por expertos en la materia. Podremos participar, tomar fotos e informarnos acerca de todo lo que nos rodea, y terminar el día con un baño cerca de costa. Por la belleza del paisaje, el Puerto de los Gigantes se ha convertido en nuestro lugar favorito de partida, pero hay mucho donde escoger .
Vivir experiencias únicas
Si algo nos ha enseñado esta experiencia del confinamiento, es que necesitamos muy poco para ser felices.
Constatamos, que aquello que antes dábamos por hecho, es lo que nos recuerda quienes somos. Compartir en familia y respirar a pulmón completo con la suave caricia del sol, han pasado a ser nuestros tesoros intocables. Desde casa, nos han deleitado con imágenes de las Islas, que saboreábamos como recompensa por nuestros aguante y solidaridad. Ahora es el momento de redescubrir el territorio, de volver a enamorarnos de los paisajes y las experiencias únicas que nos ofrece Canarias, de salir a descubrir la riqueza del Azul y convertirnos en embajadores de nuestro paraíso natural.
Adriana Ramírez Plessman es la persona que se esconde tras el personaje de Costurilla Handmade, la firma artesana donde crea diseños basados en la fauna marina de Canarias. Junto a Teo Lucas dirige la Asociación Gigante Azul, que da apoyo gráfico a proyectos de investigación y divulgación del conocimiento de los cetáceso en canarias, y es miembro de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (SECAC)
Fotografías: Teo Lucas y Adriana Ramírez Plessman
¿Te gustaría explorar la riqueza de nuestro mar? Tenemos una experiencia única para que la vivas.
4 comentarios sobre “Cetáceos en Canarias: disfruta de nuestro acuario natural”