A unos 8 kilómetros de la frontera con Gambia, en Senegal, se encuentra un pequeño paraíso de vida salvaje, la reserva de vida salvaje de Fathala.
De camino a la Reserva de Vida Salvaje de Fathala
Para llegar hasta aquí desde Gambia tomamos el ferri que une Banjul, la capital de Gambia, con el pueblo de Barra. Viajar en este barco es una experiencia en sí misma ya que te permite colarte en el día a día de transportistas, comerciantes, escolares, trabajadores… que diariamente toman este barco para cruzar a la otra orilla del río Gambia, que divide el país en dos.
A falta de un puente, el transporte se ha de hacer en ferri o en una barcaza. Si viajas con algún operador turístico, entrarás al barco en primer lugar y puedes hacerte con uno de los asientos desde los que disfrutar de las vistas del río y observar a tus compañeros de viaje.
Apoyado en la barandilla verás como entra el resto del pasaje, con sus coloridas ropas cargado de bultos, y los camiones, que hacen cola varios días para poder entrar en uno de estos ferris. Cuando no cabe ni un alfiler más en el barco, zarpamos.
El trayecto es muy entretenido porque puedes ir viendo a los cayucos que pasan al lado del ferri o charlando con algún pasajero. A los gambianos les encanta hablar, así que si hablas inglés seguro que encontrarás a alguien con quién pasar el rato.
Una vez en Barra, tomamos el minibús que nos está esperando para que trasladarnos hasta a la frontera con Senegal, a tan solo 22 kilómetros. Allí pasamos por el control de pasaportes para presentar nuestro pasaporte y el carnet de vacunación (al venir de otro país africano, es obligatorio). Mientras esperamos por los trámites, caras sonrientes se apuestan en las ventanillas ofreciéndonos frutas para comprar.
Seguimos el corto trayecto por la carretera, que atraviesa paisajes áridos salpicados por aldeas de casas de adobe, hasta llegar a nuestro destino.
Un oasis llamado Fathala Lodge
Llegamos a un pequeño oasis, Fathala Wildlife Reserve.
Nos dirigimos directamente a nuestro alojamiento dentro de la reserva, Fathala Lodge. Nada más entrar en el gran recibidor abierto al paisaje lo primero que vemos es una piscina con vistas a la sabana en la que se baña una pareja. Hasta aquí todo normal.
Al otro lado de la piscina, frente a ellos nos mira John, el rinoceronte. Suelto mis maletas y voy corriendo con la cámara a capturar esta imagen. ¡Presiento que voy a vivir uno de los días más felices de mi vida!
Con el corazón latiendo fuerte nos dirigimos a nuestras habitaciones: dos amplias tiendas a lo Memorias de África, con todas las comodidades que podamos desear y decoradas con mimo y buen gusto. ¡Auténtico glamping!
Un lugar ideal para una escapada romántica, pero que nosotras, que estamos aquí por trabajo, también sabremos disfrutar. Dejamos el equipaje y, después de curiosear toda la tienda, corro a darme una ducha al aire libre, en mi ducha privada bajo árboles de caoba bajo la atenta mirada de los monos que me miran curiosos desde sus ramas.
Olvidado ya el calor y sintiéndonos como Karen Blixen (la autora de Memorias de África) nos vamos a disfrutar de la piscina para recomponernos del viaje.
John sigue ahí, a un par de metros, y nosotras seguimos mirándolo alucinadas. La piscina está rodeada por una pasarela de madera y John, el rinoceronte, juega a darle golpes con su cuerno a las maderas. Esta afición suya mantiene muy ocupado al personal de mantenimiento. Mientras nadamos podemos seguir disfrutando de su compañía y de la de los monos que juegan por los alrededores.
Después de cientos de fotos, empiezo a relajarme y a encontrar normal tener un rinoceronte a mi lado. A todo se acostumbra una.
Según avanza la tarde, comienzan a a acercarse a la charca, que está frente a la piscina, otros animales: antílopes de diferentes tipos, jabalíes y, ya al anochecer, las hienas. Increíble la sensación de ser testigo de sus movimientos en libertad.
Cae la tarde cuando nos dirigimos a nuestras tiendas para prepararnos para la cena y nos encontramos con una manada de antílopes saltando las pasarelas de madera que nos conducen a las tiendas, justo delante nuestro. ¡Otra vez el corazón bombeando felicidad!
Después de la disfrutar de una rica cena y de una copa junto a la hoguera, toca volver a las tiendas para descansar. Un bombón nos espera sobre la blanca almohada, la cama abierta y la mosquitera cerrada. Todo preparado para asegurarnos un buen descanso. Como banda sonora, los sonidos de la naturaleza. Antes de dormir, un baño relajante. El lujo hecho realidad.
De Safari por la Reserva de Vida Salvaje de Fathala
Al despertar nos asomamos a la puerta de la tienda para disfrutar de la luz de la mañana desde el porche y de los sonidos de la vida que se va despertando en la reserva. Nos espera un día intenso.
Después del desayuno nos montamos en el jeep para recorrer las 6.000 hectáreas de la reserva en busca de los animales salvajes que allí viven en libertad.
Como en cualquier safari, nunca se puede garantizar que vayas a ver a todas las especies, ya que están a su aire, pero nosotras somos chicas con suerte. Ayuda la temporada seca, con la vegetación muy baja y sin lugares donde esconderse. En la estación de lluvias, cuando la hierba está alta, es más difícil verlos porque encuentran más fácilmente escondite.
Comenzamos con un antílope por aquí, un “pumba” por allá, hasta que aparecen las cebras. ¡Qué animal más bello! Pese a haberlas visto en zoológicos, observarlas en libertad es increíble. Su estampado es precioso.
Seguimos adelante. Aún nos queda mucho por ver. Más antílopes y de repente las jirafas. ¡Taquicardia! ¿Había dicho que en libertad los animales salvajes son aún más bonitos?
El momento jirafas es increíble. Las tenemos a un par de metros de nuestro coche, mirándonos curiosas, mientras comen las hojas de los árboles. Veinte minutos de subidón, viendo cómo estas criaturas tan extraordinarias se mueven de aquí para allá alrededor nuestro. Entonces nos damos cuenta de que hay unas crías cerca de nosotras y las adultas se empiezan a poner nerviosas pensando que somos una amenaza y dan vueltas alrededor del coche bloqueándonos el paso y comienzan a dar patadas para que nos vayamos. Momento de tensión… con desenlace feliz.
Seguimos nuestro camino y paramos para hacer un descanso y estirar las piernas. En el claro, a la sombra de un árbol, nos tomamos un café con galletas mientras vemos aparecer a los protagonistas de nuestra aventura: las cebras, el rinoceronte, los jabalíes, los antílopes… Todos, salvo las jirafas, se acercan a este lugar porque saben que les llevarán hierba para comer. En la temporada seca el personal de la reserva les alimenta, ya que al estar limitados al territorio de la reserva no pueden conseguir por si mismos todo el alimento que necesitan en esa época del año.
Después de tomarnos ese café memorable, seguimos nuestro recorrido y pasamos por un estanque en el que hay una veintena de antílopes de distintos tipos aplacando su sed. Entre ellos está el Lord Derby Eland, el mayor de los antílopes africanos que está en la lista de especies en peligro de extinción y del que sólo quedan unos cuantos centenares. Un privilegio poder ver a estos ejemplares que han sido recuperados por Fathala Wildlife Reserve.
Con un subidón en el cuerpo de haber podido disfrutar de un recorrido tan provechoso, regresamos a Fathala Lodge a almorzar, para luego seguir con nuestro chute de adrenalina.
Caminando con leones en Fathala
Después de nuestro almuerzo nos dirigimos a las instalaciones de la Reserva de Vida Salvaje de Fathala donde nos esperan los guías que nos llevarán a hacer algo que jamás imaginamos que íbamos a hacer: caminar con leones.
Los leones, una pareja de hermanos macho y hembra, han sido criados en Fathala por lo que conocen y respetan a los hombres que nos guían, que portan largos palos en sus manos para indicar su autoridad. Están en una zona acotada de la reserva. Antes de iniciar el recorrido nos dan unos palos también a nosotras para que los leones sepan que somos del equipo de los humanos amigos.
Pese a saber que han estado en contacto con humanos desde pequeños, impone mucho caminar a unos pasos de unos animales tan increíbles y hermosos. El corazón sigue bombeando a mil por hora. Nos detenemos a ver cómo la leona se sube al árbol bajo el cual descansa su enorme hermano. Una estampa preciosa.
Volvemos tras sus pasos al punto de origen, con las piernas temblando aún de la emoción de haber podido vivir esta experiencia, de haber visto tantos animales salvajes en libertad y de alojarnos en un lugar tan especial.
Nos vamos con pena, pero con la certeza de que algún día volveremos, porque este paraíso está muy cerca de casa, en Senegal.